28 noviembre 2008

Pedacitos de inocencia

Ayer, una de mis congéneres compañera de peña factoril, llegó presumiendo que durante el fin de semana había perdido una triza de inocencia, otra de las tantas que tiempo atrás había dejado escabullirse en los encuentros fortuitos con su novio. Con muy pocas onomatopeyas lo contó todo, aunque mi mente (perniciosa ella) se adelantaba a cada escena, la muy traicionera consiguió imaginar un mundo de posibilidades y eternas inmensidades infestadas de placer, aunque también condimentadas con algo de dolor y tabú. Mientras mi mente divagaba entre fluidos diversos y dolorosos espasmos una pregunta se coló: Y tú... ¿ya has experimentado de todo en la cama?, incognita que invadió inmediatamente mi cabeza con otro par: ¿será que me ve cara de experta? ¿o tendré cara de necesitada? La verdad es que cualquiera de esas afirmaciones me parecen muy exageradas, pero una nunca deja de apostar la cabeza con pensamientos que tiran el ego al suelo, o que lo elevan como un inmenso globo aerostático, sencillamente dije: No. Respuesta que me envió la invitación para desprenderme de los pedacitos de inocencia que todavía me quedan, o de toda ella.
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