13 noviembre 2008

Sálvese quien pueda

No, no es que ya no crea ciegamente en las personas, pero a veces mandan unos tremendos empujones que nos tiran de bruces al piso, porrazos de los que hay que reponerse aún con el dolor en las rodillas por tanta piedrecilla incrustada, debemos levantarnos, y si es necesario cojear, pues cojeamos. Digo esto porque, en mi vida, me han pasado cosas por ser, siempre, muy confiada con la gente en general.
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En general creo que la gente es buena.
En general creo que nadie te quiere hacer daño a propósito.
En general pienso que todos tenemos un lado amable.
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Pero el tiempo se ha encargado de echarme abajo todas mis teorías. Mientras más grande me voy poniendo más me doy cuenta que a veces las personas son malas simplemente por el hecho de serlo, o te hacen cochinadas, no por casualidad, sino que, intencionalmente. La maldad, como la bondad que yo idealizaba, pulula en las cabezas ajenas sin mediar condición social, o sexo, o edad.Y me da pena, sí, pena, porque ese mundillo equilibrado en el que nadie te acuchillaba por la espalda, y que yo misma me había creado, no existe, o existe en muchísimo menor proporción de lo que yo esperaba. Una lástima, de verdad una lástima.Y no, no me ha pasado nada particularmente especial en estos días, pero es una cuestión que hace rato me tiene de malas pulgas, que en tu pega, que en tu entorno cercano, que entre tus amigos e incluso con personajes de tu familia, es posible encontrar malas intenciones, y de ellas, nadie se salva.
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