13 noviembre 2008

Asimetría

Parece mentira, casi da pena estar consciente de ello. Lo sé, lo tengo clarísimo, no es ningún descubrimiento para andar dando saltitos, mucho menos para festejarlo.
El amor es un efímero tesoro. Como un delicioso manjar, como una planta exótica que requiere un sinfín de cuidados. Pero que en determinado minuto terminará pudriéndose, el amour. Se descolora, pierde su brillo. Toma mal olor. Y allí queda, perdido, esfumándose todo el esfuerzo entregado de manera desmesurada, como un maniquí lanzado desde un vigésimo piso, que queda pegado al pavimento de una acera cualquiera.
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En cambio el odio es mucho más férreo y perdurable. Como un vagabundo que aprende a vivir de los restos, de las sobras, que no espera mimos ni atenciones. Lo podemos encontrar a la vuelta de la esquina sin sorprendernos ante su falta de mutabilidad, el mismo trozo de carne con lepra, el mismo tizne de sangre, los mismos colmillos amarillos, y la misma famélica mirada de siempre.
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