13 noviembre 2008

Matamorfosis

De pequeña, siempre, se reían de mí. Mi frente era muy amplia y englobada, la nariz demasiado ancha, algo extraño tenía en los ojos, en la mirada, en la manera de hablar, en mi andar. No fui aceptada, por tanto, ni querida, ni elegida para jugar a "la familia", ni luego, para salir a bailar. Mis amigas organizaban juntas en que la clave para el éxito de la velada era mi exclusión, que yo no me enterara, entonces, nunca fui invitada a participar en el "juego de la botella", o a "verdad o consecuencia", ni a la "escondida china", ni al "pillarse", osea, a ningún jueguito que significara besarme.
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Por más que lo deseé, por más que me esmeré, por mucho que me esforcé nunca conseguí llamar la atención del sexo opuesto. Nadie quiso besarme ni abrazarme jamás. Y hoy, cuando la naturaleza se ha apiadado de mi, extraños seres me regalan favores, se deshacen en halagos, se desviven por saber de mi. Ahora, agradables criaturas, preparan reuniones a las que me convocan con excesivo entusiasmo, lugares donde se encuentran los más exquisitos tragos y los más exóticos platillos, donde la gente se dedica a conversar y reír. Ahora, antiguos conocidos me miran y se preguntan cómo he cambiado, cómo puede ser posible estar donde estoy, cómo consigo ser tan atractiva, tan inteligente, tan, pero tan, genial. Yo solo les sonrío, no digo nada, ¿qué podría decir?, pero si obligada estuviera a hacerlo diría que es algo totalmente ajeno a mi voluntad, algo espontáneo, innato, una reacción propia del cuerpo, un anhelo desesperado, algo que crece y crece sin planificación, como una flor en el desierto, unas ganas enormes, del tamaño de un huracán, de ser alguien, alguien a quien deseen abrazar.
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1 comentario:

cfredes dijo...

Yo siempre te vi como la que crees ser hoy. Y dijo la que crees porque siempre fuiste , eres , y seras la mujer mas bella de este Planeta