13 noviembre 2008

Palabras, tan solo palabras

Iniciaste una batalla campal de tortuosas caricias, caricias que ayer suplicaban por tu presencia en mi lecho. Abrí mi blusa, te ofrecí mi sexo, mi boca, mi placer... para que tus labios lubricaran mi deseo insatisfecho, mis moralinas se liberaban para ti, entregué mis ansías a tus dedos, a tu cuerpo. Pero decidiste seguir a la sugestión.
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Me abandonaste en el mar de mis deseos que se consumían en los tuyos, por enésima vez, un encuentro que redundaba en un deseo: hazme tuya. Pero sólo hubieron palabras, palabras expertas que a gritos pedían por tu piel, que sin quejas derramaban los suspiros de mi insatisfacción. No pudiste ganarle la batalla a mis piernas, porque no hubo peor sugestión que tu propia y maldita palabra: no te tocaré.
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