12 julio 2009

Ahueonao light

Me encuentro con mi más querido vecino en el autobús. Como era de esperarse, como cada vez, me realiza un chequeo visual para ver cuántos y dónde se han alojado los chocolates.- ¡Estás más rellenita!- dice sonriendo, sonríe como quién ya no espera nada de su propia vida, alguien que no le queda más que limitarse a degustar los defectos ajenos. El comentario me pilla desprevenida, desarmada.
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Posibles respuestas, ya que presumiblemente hablando, la escena se puede repetir.

1- Sí, pero con un poco de ejercicio seguro se me pasa, en cambio, la imbecilidad no tiene cura. Pobrecillo.
2- Le ruego, por favor, que no me hable. Usted me repugna.
3- Viva y deje vivir, usted en su color, señor, y por favor no intente desteñir el mío.
4- ¿No le es agotador, querido, acarrear todo el tiempo ese ventilador con caca?.
5- Tranquilo, entiendo su frustración, esa frustración que lo obliga a ver sólo los fallos en los otros, es triste pues no tiene remedio, no pasa nada.
6- Le suplico no salpicarme con su fracaso. Gracias.
7- (Mirándolo por encima del hombro, de arriba hacia abajo) Perdónalos, señor, porque no saben lo que hacen.
8- Perdón, pero yo no tengo la culpa de que su mujer lo haya dejado porque ya no se le para.


Eso, fin de las respuestas. Creo que el exceso de grasa a afectado mi ingenio y a acortado mi genio, mi personalidad, pues me quedé mirándolo... sin decir nada.

3 comentarios:

Marsu dijo...

Saludines

Angelica Jensen dijo...

Un silencio bien dado vale mas que mil palabras....

Además que le importa?!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.