15 febrero 2009

Que quemen el mundo, ¡ya!

Se supone que tengo un carisma desbordante, se supone que siempre irradio optimismo, se supone que tengo ángel, se supone que soy cordial, se supone que soy risueña. Se supone.
No sé cuando dejé de serlo o si tan sólo esto es una consecuencia, momentánea, de mi reclusión. El mundo me tiene harta, todos me irritan: no los soporto.

Parece que estoy parada junto sobre ese punto de desidolatración(?) asquerosa en que te das cuenta que tus amigos son simplemente un espejismo, personas que cuando menos lo sospechas te darán la espalda, personas que cuando más las necesite te lanzarán escupitajos mientras te mandan a la mierda.
Ultimamente mis palabras se rehusan a salir de mi boca, me resulta una tarea titánicamente forzosa el mantener una conversación por más de un par de minutos en donde no salgo del sí, del no, del no sé, o del ándate a la chucha. Veo enemigos en todas partes, entes hipócritas, nada leales, poco confiables, seres que de ser necesario me sacarían los ojos para jugar a las bolitas. Estoy harta de estar harta, agotada por no dormir, deshidratada por no comer. Estoy cansada de mirarme en el espejo y ver mi prematuro envejecimiento, mi inestabilidad emocional. Harta.

Quizá la culpa de todo es la puta crisis económica de mierda, una puta crisis económica de mierda con cara de tercera guerra mundial. Muertos no hay, quizás hay demasiados vivos. Todos vivos pero más cagados que nunca, preocupados, agonizantes. Menuda mierda.

Ayer, alguien me dijo que si estudio Artes voy a terminar prostituyéndome o vendiendo chocolates con los boyescauts. Eso me ha dado ánimos para volver a los libros, me ha motivado para seguir y cumplir mis sueños, para superarme como persona. ¡Ja!


Estoy en mi mejor momento. Lo sé.

No hay comentarios: