13 febrero 2009

Japi berdei

Por obligación, por norma, cada 23 de agosto acostumbro sumar un año más a mi calendario personal, sucede una y otra vez sin poder evitarlo, siempre ocurre, siempre, incluso en la misma fecha y casi por inercia.La verdad es que estos acontecimientos no los tolero con mucha facilidad. No soy de fiestas, claro está, mucho menos de celebrar cumpleañitos, aniversarios, añitos viejos, jalogüins, ni nada por el estilo. Yo paso. Es más, suelo pensar que aquellos que ponen excesivo ímpetu en esas fechas dejan muchos momentos en blanco, vacíos, y aunque ellos se defiendan diciendo que son los más valiosos, los mejores momentos para el reencuentro familiar, el júbilo emocional, el enriquecimiento espiritual, la verdad es que yo sigo pensando en que están llenos de hipocresías, de compromisos y cotilleos, es por esto que prefiero saltármelos, y quedarme con el antes... con el después.Hecha esta aclaración y constatada más de cinco mil cuatrocientas doce veces, igual, quienes me conocen: la gente cercana, los amigos más íntimos, el círculo parental al cual pertenezco y que se hace llamar familia, insisten en meter bulla. Algo poco, dicen, una oncecita, un salud o qué sé yo, será sólo entre nosotros, los mismos de siempre...
Pues bien, este año, como siempre, como cada vez, han vuelto a ganar por nocaut. Okey, ya está, listo. Hagámosla cortita, ¿vale? Pero no, no se conforman con un simple: !FELICIDADES! o un JAPI BERDEY! (palabras que siempre van acompañadas de las típicas, y siempre -estupendamente- bien recibidas, bromas sobre mi vejez), que luego hay que joderse con un dichoso pastel. Ea, al fin el grato ritual de soplar la velita, arrrggg... "Anda, mujer, que sólo es un rito inofensivo, una costumbre, un juego, una simple formalidad, venga no comiences a poner mala cara". Traen la torta, y aquí es donde llegamos al punto relevante de tan interesante post, presten atención, por favor. Me doy cuenta, con asombro, con agobio, que a tan apetitoso pastel le falta un par de porciones, dos pedazos. Al parecer alguien tuvo antojos incontrolados unos minutos antes, y utilizó "mi" torta para saciar su gula.
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Al ver la desilusión colgada de mi cara, alguien dice: "Ya! dale no más, si es lo mismo. Pide tres deseos. Anda!". Así lo hago, amargamente cumplo mi rol. Murmuro algo indescifrable. Pido, desganada, mis deseos y soplo. Me saludan entre vítores, risas y hurras. Sin embargo, luego, la torta me sabe amarga, insípida, creo que si le faltaba ese par de porciones, esos dos pedazos, eso debe tener algún significado, algo tendrá que ver, ¿no? Quizás sólo debí pedir dos deseos, y no abusar. Quizás debí tirarme al suelo y echarme a llorar como una niña.

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