10 noviembre 2009

Siempre otra, siempre

Desde hace unos años, muchos, décadas diría yo, desde que dejé la adolescencia para convertirme, por decirlo de alguna manera, en una mujer adulta, acostumbro, por eternos minutos, horas, a tumbarme en la cama, a pasear por alguna plaza, a sentarme en un bar, para fantasear. Fantaseo siempre con lo maravillosa que sería mi vida si tan sólo lo intentara, si tan sólo pudiera recibir un pequeño empujoncito, un golpe de suerte, no sé. Librarme de esta repulsiva rutina como una ballena que se sacude y brama o ruge o como chucha se diga el sonido que hace una ballena al sacudirse. Librarme, decía, y dedicarme sólo a aquellas cosas tan maravillosas que hacen los demás. Dedicarme, entonces, a ser otra.
.
Pero de ser otra, estoy segura, añoraría ser aquella mujer tumbada en su cama, aquella que se pasea por alguna plaza, esa mujer que mira hipnotizada por la ventana de un bar, con su cuaderno de hojas amarillentas y anillas verdes, y fantasea con afán, sobre todo aquello que no será jamás.
.

No hay comentarios: